Todo está en sus libros: El testamento de Kafka






Querido Max:

Mi última petición. Todo lo que se encuentre de mis escritos cuando yo muera (dentro de cajas de libros, en los armarios roperos, en mi mesa de trabajo, en casa o en la oficina, o en cualquier otro lugar del que tengas noticia o que se te ocurra), es decir, diarios, manuscritos, cartas, -mías y de los demás- todo lo dibujado, etcétera, incluso todo lo escrito o dibujado que tu poseas, u otros a quienes deberás pedírselo en mi nombre, debe ser quemado de forma inmediata, sin ser leído. Aquellos que posean cartas que no deseen entregarte deben por lo menos obligarse a quemarlas ellos mismos.
... De todo lo que he escrito solo valen los libros: La condena, fogonero, La Metamorfosis, Colonia Penitenciaria, Médico rural,  la narración Artista del hambre. El par de narraciones de contemplación puede quedar; no quiero que nadie tenga que tomarse la molestia de hacerlos trizas, pero en ningún caso deben ser editados de nuevo.  Cuando digo que estos cinco libros y la narración valen, no quiero decir con ello que desee que sean editados de nuevo y trasmitidos a la posteridad, al contrario: que desaparezcan por completo es lo que responde a mi deseo.
            ... Todo lo demás, sin excepción, en el mejor de los casos sin que llegue a ser leído, todo esto debe ser quemado, y te pido que lo hagas a la mayor brevedad.

            Este escrito es parte del testamento que Franz Kafka realizó poco antes de su muerte, en Junio de 1924. Se lo dirigió a su amigo Max Brod, quien había sido de alguna manera su fuente de ánimo, de los pocos que creyó en su obra. Curiosamente Kafka en vida tan sólo publicó algunas historias cortas, cinco libros para ser más exactos y varios fragmentos o micro relatos incluídos en algunas revistas. Esto tan solo era una pequeña parte de su trabajo, pues tenía varios documentos que guardaba en cajones o había entregado a amigos, esposas y que por diferentes razones no quiso que se publicaran hasta no revisarlas o corregirlas. Entre las razones por las que expresó ese extraño deseo de destruir su legado escriturario, se encuentra su inseguridad ante la tesitura de ver pensar que no gustase o no tuvieran el nivel adecuado. Aparcados dejó numerosos escritos, algunas de sus obras más extensas entre ellas “El Desaparecido”, “El Proceso”, o El Castillo, algunas sin acabar, lo cual no significa sin terminar, es decir que no las había editado, ni corregido, pero que eran completas  por sí mismas.   

            Razones tenía para tal inseguridad, su obra había pasado prácticamente inadvertida durante su vida, no fue un escritor que se considerara de éxito, aunque escondía un talento que después le valió una posición entre los escritores contemporáneos y su amigo Max lo sabía. Kafka tuvo que dedicarse a trabajar en empresas de seguros y otras ocupaciones. Al igual que su salud y vida sentimental estuvo sembrada de momentos oscuros. 

               Por otro lado, su amor propio se vio herido en numerosas ocasiones, con un padre autoritario, el cual lo menospreciaba y humillaba constantemente, que le hacía creer que no valía nada, ni lo que hacía ni lo que escribía. Por otro lado el escaso éxito de sus trabajos, incluso entre personas de su entorno. Se sabe por ejemplo, que cuando dio a leer una de sus obras que mejor define su estilo, La Metamorfosis, a su amada Felice Bauer, esta le dio una fría acogida y no pareció nada fascinada por el escrito. Eso le condujo a un profundo abatimiento, máxime que era su primer escrito tras casi tres años vacíos en los que debido a la guerra tuvo que dedicarse a otros menesteres. La Metamorfosis supuso un gran esfuerzo y con ilusión lo produjo, por ello recibir una respuesta nula de la persona de la que más esperaba fue un varapalo que tal vez no pudo superar. No obstante, en ese periodo de tiempo continuó con varios escritos que más tarde se convertirían en grandes obras.

            En sus cuadernos íntimos él habla de "demonios", "derrumbamiento", "embates", "desamparo", "persecución", "soledad", "asalto a las últimas fronteras terrenales", "agobiante observación de uno mismo" y muchas otras expresiones más que aluden a un mundo oscuro, desconcertante y desconocido. 

            Max Brod, a diferencia de Kafka, fue un escritor de éxito, desde muy joven llegó a convertirse prolífico y exitoso escritor. Su primera novela y cuarto libro, Castillo Nornepygge, publicada en 1908 contando tan solo con 24 años, fue celebrada en los círculos de literatura berlineses como una obra maestra del expresionismo. Por ello cabía la posibilidad de que se apropiarse de la obra de su amigo y la pusiese a su nombre como obra suya. Pero Kafka confiaba plenamente en este y sabía que eso no iba a ocurrir. Por otro lado, lo normal hubiese sido obedecer los deseos de su amigo y destruirla, le libraba de una competencia y de hacer esfuerzos que a él no le reportaría más fama, en todo caso le restaría. 

            Sin embargo, contra todo pronóstico, Max Brod desobedeció la solicitud de Kafka y no solo publicó los tres libros grandes del autor checo, sino sus diarios, sus relatos cortos, sus artículos periodísticos y un sin fin de fragmentos que vieron la luz tan solo un mes después de la muerte de este, anunciaba a la revista alemana Weltbühne la magnitud de la obra de Kafka y su intención de publicarlo todo y así lo hizo. La mayor parte de la obra de Franz Kafka la tenemos por tanto gracias a la desobediencia de su amigo y el sorprendente éxito de estos escritos fue algo que ni el más optimista podía prever. 

            En efecto, la fama de Kafka creció sin cesar, ya en la segunda parte de la década de los años veinte, en Austria y en Alemania, sus libros circulaban por todas la librerías; ese eco traspasó pronto las fronteras, y durante los años treinta fue admirado en Inglaterra y los Estados Unidos, lo mismo que en Francia durante los años treinta, aunque con interpretaciones muy dispares.
            La única que en parte obedeció a Kafka, fue su compañera en los últimos años de vida, Dora Diamant, esta cumplió los deseos su amado, aunque solo en parte. Dora guardó en secreto la mayoría de sus últimos escritos, incluyendo 20 cuadernos y 35 cartas, hasta que la Gestapo los confiscó en 1933. 

Los libros de Kafka fueron perseguidos y prohibidos en la Alemania Nazi, lógicamente por ser un escritor judío. Actualmente se prosigue la búsqueda de los papeles desaparecidos de Kafka a escala internacional, sin resultados. 
       
Quizás estos enemigos acérrimos y fanáticos, fueron los únicos que inconscientemente obedecieron los deseos del escritor, quemar sus archivos y documentos antes de ser conocidos y publicados.
 






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